Confesiones de un Soplón: Cuando tus ‘secretos’ se vuelven el chisme del día.

En el mundo de los cotillas, fisgones y chafarderos, hay una especie particularmente invasiva que prospera en el fértil suelo de los secretos ajenos. Estos individuos, dotados de una habilidad sobrenatural para detectar el más mínimo susurro de confidencia, se deslizan entre nosotros con la gracia de una situación que sinceramente me es imposible describir.

Ah, la confianza, esa frágil criatura que depositamos en manos de estos maestros del disimulo. Les entregamos nuestros secretos, envueltos en súplicas de discreción, solo para verlos esparcidos con la generosidad de quien reparte volantes en la esquina. "Por favor, no le digas a nadie", es la frase que, en su extraño dialecto, significa "difúndelo", como la gripe que seguro tiene la persona que está meta estornudar y toser arriba tuyo en el ómnibus.

Y así, como un chef que no sabe cuándo la comida está bien de sal, estos aficionados al drama sazonan nuestras vidas con un toque extra de malestar. Crean un ambiente más tóxico que Fukushima, y fomentan una desconfianza que se extiende más rápido que el fuego en un incendio forestal. La situación se vuelve tan irreversible como un corte de pelo mal hecho; una vez que la tijera ha caído, no hay vuelta atrás, por más que el pelo vuelva a crecer.

Pero, ¿qué sería de nosotros sin estos heraldos de la hipocresía? Después de todo, proporcionan ese toque de emoción a nuestras aburridas existencias, convirtiendo cada día en un episodio de una telenovela de bajo presupuesto. Nos enseñan valiosas lecciones, como que el silencio es oro y que, en ocasiones, es mejor confiar en una pared que en un par de orejas ansiosas. Una buena puteada metida en el ángulo correcto a la velocidad justa, también es un buen remedio a este problema... Al menos, para uno mismo. Es importante valorar que quizás esa persona compartió un problema, o una alegría contigo, y te lo contó en confianza, y tu, en tu afán de tener algo de que hablar porque no tenés tema o simplemente sos insulso/a, salís a vanaglorearte con temas ajenos. No seas una persona de mierda, tené un poquito de dignidad.

En conclusión, la próxima vez que te encuentres con uno de estos distribuidores de chismes, recuerda: "caras vemos, chusmas no sabemos". Y si alguna vez te sientes tentado a compartir un secreto, considera enviarlo a Presidencia de la República; tal vez así tenga alguna posibilidad de no ser escuchado.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El Circo de los Aduladores: Malabarismos y Traiciones en la Oficina

El Vínculo Invisible

La Dualidad Intrínseca y la Transformación Humana